Para los pueblos originarios, el solsticio de invierno es un momento de profundo significado espiritual y cultural.
Este acontecimiento, cuando la luz del sol alcanza su punto más lejano en el hemisferio norte y comienza su regreso al hemisferio sur, representa un nuevo comienzo y la renovación de la vida tanto en la naturaleza como en las personas.
Es en este contexto que los pueblos originarios realizan rituales y ceremonias de renovación y purificación, celebrando el acercamiento del sol a la Tierra y el inicio de un nuevo ciclo de siembra.
Cada pueblo originario tiene un nombre único para la fiesta del Año Nuevo. El pueblo Lickantantay (los españoles nos llamaron atacameños), habita los valles, oasis y quebradas del Salar de Atacama y la cuenca alta del río Loa y su afluente, el río Salado, en las comunas de Calama y San Pedro de Atacama, en la región de Antofagasta.
La lengua de los atacameños es el arapack (kunza literalmente significa lengua en idioma arapack), y muchos de sus miembros se autodenominan Likan-Antai, que en arapack significa “habitantes del territorio”.
La riqueza cultural de los Lickanantay se refleja en su arte, destacando la cerámica, la cestería, los textiles, la orfebrería, así como en sus bailes y música. Su economía tradicional está basada en la agroganadería, un testimonio de su conexión y respeto por la tierra que habitan.
Al celebrar el solsticio de invierno y el Día de los Pueblos originarios, honramos las tradiciones ancestrales de los Likanantay y su profunda relación con la naturaleza y el cosmos.
¿Y tú? ¿Conoces algo de la cultura Lickanantay? ¿Y de las otros pueblos originarios que habitaron Chile? ¿Sabes cuantos de esos pueblos y culturas existen todavía?